ACTUALIDAD NACIONAL
Corría el año 12 del siglo XXI en el País de Manuelito, cuando saltó –como suele ocurrir periódicamente por estos lares–, un nuevo escándalo. De pronto yo me doy cuenta que empezó el día siguiente al 10 de agosto y no escuché ni por casualidad el Informe a la Nación, ni segmentos ni comentarios… y realmente no me preocupa (que no es lo mismo que ‘no me importa’).
Volvamos al escándalo. Entre quienes han apoyado la conformación de Movimientos políticos y los que se adhieren a constituir un Partido, hay una cantidad de firmas que, se dice, no corresponden. Hago la distinción, porque los Movimientos solamente debían llenar unos formularios, que según se ha explicado, tienen tres columnas: nombre, número de cédula y firma, con un encabezado –claro– y al pie los datos de un responsable que ha recabado esas firmas; los Partidos, en cambio, debían presentar fichas de afiliación, que entiendo tienen más datos y hasta la huella digital del individuo.
Hay que ver un poco más atrás. De repente se produjo en la política un quiebre brusco e inesperado, pues los ecuatorianos al parecer desatamos nuestra ira contra la llamada ‘partidocracia’; quisimos algo diferente y exigimos una renovación (“que se vayan todos”, gritaban en un momento dado). Excepto lo último digo en plural y me incluyo, porque la democracia se supone que nos obliga a allanarnos a lo que la mayoría decide. Irrumpe en el escenario un personaje que canaliza el derrumbe de la referida partidocracia …y además se beneficia de ese hecho, claramente. En poco tiempo es evidente que los Partidos tradicionales han captado porcentajes menores de la votación o incluso da la impresión de que desaparecen. Comentaba con unos amigos hace poco, que hay que reconocer que al menos dos generaciones de políticos maduros, aquellos que en su momento dominaron el panorama y superaban las cinco décadas de edad, ya no tienen cabida.
La nueva Constitución exige que se reinscriban los Movimientos y Partidos Políticos; borra y va de nuevo. Se pusieron reglas para el proceso y se llevó adelante. Para todo esto, hay una nueva forma de designar a los Vocales del órgano electoral –el Consejo Nacional Electoral–, que antes tenía un representante de cada uno de los partidos que mayor votación habían captado (me parece que 7), pero ahora se supone que es un concurso el que sirve para su designación y hay una pesada sombra de cuestionamientos sobre la independencia de los actuales Vocales, después de la transición. Y hay quienes no podían desaprovechar una situación como la que comento, para recordarnos que al menos antes los Vocales provenían de diferente tendencia y ahora –dicen– responden a un solo criterio. Yo me pregunto, en cambio, si es que no pudo haber pasado lo mismo con cualesquiera otros vocales.
Presentadas las firmas, muchas son anuladas; en unos casos debido a que la misma persona ha apoyado la conformación de otra organización; en otros casos, porque la firma no coincide. Por este hecho, algunos grupos no llegan al número de firmas requeridas y empiezan las quejas. Luego, resulta que en la radio escucho varias entrevistas –generalmente a los mismos que van rotando de una a otra, hoy aquí, mañana allá–, en las que los promotores de diferentes movimientos afirman: el colmo es que sus propios nombres no aparecen conformando su organización o, peor aún, constan como adheridos a otro Movimiento o Partido. Se comenta y se denuncia, como si no fuera algo casi obvio, que hay empresas o ‘consultores’ que ofrecieron firmas para las nuevas organizaciones, pero no se dice si es que ofrecían el servicio de recabar esas firmas a nombre de un tercero o si es que vendían paquetes prefabricados; pero a la hora de la hora, todos se rasgan las vestiduras y resulta que nadie llegó a contratar con ellos y nadie sabe, tampoco, quienes son.
Para rematar, la gente puede acceder al sitio web del CNE y rápidamente llueven denuncias acerca de que su nombre consta como adherente a una organización, cuando no han firmado para ninguna o lo hicieron para una diferente. Yo también lo revisé y, gracias a Dios, no consto en ninguna. Pienso que haber permitido esta revisión ha sido positivo y ha llamado a la gente a ser participativa y no solo espectador; no obstante, tengo la sensación de que hay quieres hubieran preferido que el CNE no abra esta opción, con lo que habrían dejado oculta una irregularidad.
Se anunció que se revisaría por muestreo un número de firmas para constatar en qué porcentajes hay ‘inconsistencias’. Luego, el reclamo viene de quienes afirman que se dará un tratamiento discriminatorio, porque a los Movimientos o Partidos aprobados solo les revisarán al azar, mientras que a las organizaciones que aún esperaban en el proceso, les amenazaron revisar en su totalidad. Empieza la revisión y el material para la polémica es abundante: cómo contratan al personal para esta labor; gente que con dos horas de capacitación haría las veces de peritos grafólogos (no creo que esa sea la situación, pero así se está diciendo); admiten veedores de las organizaciones, pero en diferentes momentos solo uno por cada veinte computadores en los que se hace el trabajo, luego uno por cada diez, después uno por cada cinco… Estos pelearían firma por firma y también cuestionarían al verdadero grafólogo de la Fiscalía, que debía pasar de un computador a otro y tener una voz más autorizada para dictaminar si una firma es o no es la de la persona. No faltan quienes quieren seguir el proceso de cerca, mientras que otros dicen que no lo harán porque significaría validar lo que se estaba haciendo.
Más tarde se anuncia que, entonces, se revisará el 100% de firmas. Pero como nada nos satisface, también a esto se oponen las propias organizaciones. ¿Es que no nos gusta la transparencia?
Y más tarde empieza la competencia –como factor de distracción dirían los estrategas–, acerca de qué organización tiene el menor porcentaje de firmas con problemas. Curiosamente, parece que ninguna se salva… Otros sostienen, sin reconocer que el problema de origen son las firmas, que es solo un pretexto del Régimen para no inscribir a contendores electorales o descalificar a los que tendrían mejores posibilidades; ya dejan sembrada la duda.
Surgen otros cuestionamientos, como que el sistema informático produjo los problemas; hipótesis que no comparto porque las firmas son o no son verdaderas, y eso es un hecho dado, anterior e independiente del software aplicado. Sin embargo, en una parte creo que es probable que el sistema genere errores, pues me parece que las tablas que conforman las bases de datos (no soy informático, pero algo he llegado a entender), podrían haberse relacionado con una organización diferente a la que corresponde. Creo que eso puede explicar que los promotores no aparezcan en la suya o que las personas resulten apoyando una organización diferente. Pero esto no sería suficiente para explicar el problema más grueso. Lo que sí tengo claro, como me decía un Ingeniero en Sistemas con quien colaboré cercanamente por motivos de trabajo, el software hace lo que le pedimos; entonces, claro, hay que ver cómo y quién manipuló determinado sistema. Por lo pronto, se admite que para la revisión de las firmas se había fijado un porcentaje de coincidencia de solo el 40% para validar la firma; si luego quien revisa es un humano y no el computador, claramente aún la persona que no es grafólogo encontrará parecido suficiente o no (la labor del grafólogo es mucho más profunda, cuando los rasgos generales pueden parecerse en un primer vistazo).
Más grave me parece el problema de con qué se comparan las firmas. Lo lógico sería que se compare con la firma de la cédula o la que reposa en el Registro Civil; extrañamente creo entender que se ha dicho que la comparación es con la firma del padrón electoral, aquél que uno firma enseguida de votar y que, en esta parte apoyo totalmente a quienes lo sostienen, en él uno difícilmente consigna su firma fidedigna.
Para terminar, debo volver al motivo real del escándalo, ya que he descrito cómo algunos han tratado de enfocarse en hechos secundarios, y en culpar a otros, o a un objeto, como es el software. Si es que hay firmas falsas, puede haber una negligencia del CNE en el proceso de calificación, es cierto. Sin embargo, en cuanto al delito se refiere, éste no fue cometido por los vocales del órgano electoral (el CNE recibió las firmas de manos de los promotores), sino por quienes llenaron formularios o fichas de afiliación. Pero, claro, solo las personas naturales pueden ser sujeto activo del delito, de manera que los Movimientos y Partidos conservarían inmaculada su imagen. Alguien ya dijo que, además, hay prejudicialidad, porque en un juicio civil debería establecerse si la firma no es verdadera, para luego iniciar una acción penal; pero por cada firma debería haber ese juicio civil, y se trata de varios miles. Escuché, también, a alguno de aquellos políticos exculpar desde ya a posibles responsables, porque explicaba que si bien los formularios tienen una firma de responsabilidad, muchas veces esa firma y datos, también han sido falsos…
¿Será que en breve volveremos a escuchar el grito “que se vayan todos”? En lo personal, ya me cansé de las firmas.
Omar Albán Cornejo
Excelente análisis, objetivo y sin apasionamiento. Veamos lo que resulta de todo esto, porque los que falsificaron las firmas se están escondiendo
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