domingo, 25 de junio de 2017

RAFTING

Tarde de domingo. Me siento en la sala de mi casa con un acetato de Charly García en el equipo; de aquellas joyas que rescaté y que nos permiten saborear el “siseo” de los discos de antaño. A los tiempos que subiré algo a mi blog.

Empiezo a escribir con un poco de ideas sueltas cogiéndolas por la cuerda, como los globos de helio de los niños; seguro deben ir conectándose en breve, pero no quiero que se me vuelen. “…Estás buscando un símbolo de paz…”, dice Charly.

El río fluía y lo observaba poco; quería poner suficiente atención en las indicaciones de Otto. “Quiénes han hecho esto antes?”; solo uno levantó la mano. Allí confluyen dos ríos y nos dirigiremos en esa dirección de allá, señala. “…Es parte de la religión…”, suena al fondo. Si alguien cae, deben sujetar el remo así, y poner los pies para adelante, no traten de pisar… esta parte del chaleco los protegerá en la nuca para permitir que el aire llegue bien a la cara… para sacar a alguien del agua, lo cogen del chaleco de esta forma… nunca suelten el tigre.

No soy asiduo de los deportes extremos, pero me atrae el reto. “…Ten piedad, no seas así…”, escucho. Otras veces he demostrado que, en comparación con mi volumen, mi fuerza es mayor. La experiencia de ayer me da la razón, los eventos de mi vida confluyeron extrañamente, sacando lo mejor en momentos difíciles. ¿Cómo una misma cosa puede significar una experiencia de sufrimiento y de crecimiento a la vez? …y de espiritualidad. Nadie sabe lo que yo pensaba al abrir los ojos después de esa dinámica; pero eso fue antes. Siempre subsiste la contradicción de aceptarte como eres y querer ser diferente; mente sana en cuerpo sano; uno de los componentes del éxito reposa en la salud. Podemos tener un desbalance que nos afecta, sin duda.

Estábamos en los botes; son dos equipos, pero nos dirigimos en la misma dirección; nos golpearán diferentes olas. Asumí el reto de estar al frente; debemos coordinar los dos de adelante para remar al mismo tiempo, y los de atrás seguirán nuestro ritmo. No importa quiénes, circunstancialmente, están en nuestro equipo; como tripulante debo responder a la altura de los eventos, no es por quedar bien con nadie, es un compromiso conmigo mismo (repentinamente recuerdo una frase “…nadie va a hacer tu trabajo”; es claro que no me conocía bien). Al frente hay más emoción, me alegro de estar en la proa; cogemos las olas y marcamos el ritmo; es difícil mantener el “uno, dos”, así que empecé a llevar la voz solo con el “dos… dos… dos”, “al mismo tiempo”, atento a las indicaciones de nuestro guía. Esta práctica puede enseñarnos más que la teoría.

Íbamos bien, no era necesario remar todo el tiempo; los más nerviosos se cargaron de adrenalina y todos impulsamos con mucha emoción (recuerdas, emoción es energía más movimiento). De hecho no queríamos que acabe. Viene otro rápido y el grito fue “adelante, con fuerza”; mi concentración era remar y coordinar con mi compañero del lado izquierdo. El bote se elevó al chocar con una ola; mi compañero perdió su posición y fue lanzado en el aire, hacia su derecha… justo contra mí. Ahora el bote se inclinó hacia la derecha y mi espalda se entorna hacia el agua; mi pie se soltó del puesto. “…Es el rap de las hormigas…”, y los tambores ponen un ritmo frenético.

Todo en cuestión de un instante …y me dejé caer; no puedo poner resistencia porque el cuerpo de mi compañero me empujó por el borde; sería peor si nos quedamos enganchados o solo los pies se quedan dentro del bote. Me aseguro de sostener el remo y siento el agua; ¡está deliciosa el agua! Casi pudiera invitar que todos vengan.

Miro a mi alrededor y veo una zapatilla flotando; instintivamente muevo los pies y confirmo que tengo las mías puestas (que afortunadamente tienen sujeción en los tobillos). Es obvio que debe ser de la otra persona y rápidamente la agarro con mi mano. Él no estaba lejos del bote y noté que empezaron a sacarlo. Lancé su zapatilla y alguien del bote la cogió; por un instante me sentí orgulloso (si la lanzaba lejos, sería peor y ya no la podríamos coger). Ahora si me concentraré en la posición; pies adelante y el remo encima. No me di cuenta que una tercera persona también cayó; luego me lo contaron. “…No voy en tren, voy en avión… no necesito a nadie, a nadie, alrededor”, dice la canción.

Estoy tranquilo, al fin y al cabo sé nadar –tal vez están más asustados los de a bordo–; sin caída la emoción no sería completa. “…Rezo, rezo…”, canta Charly, "...me abracé al dolor…”.

Intento con el remo antes de alejarme del bote –como nos indicaron–, el tigre hacia adelante y mi compañera también extiende el remo para engancharlo a su vez con el tigre del suyo; “…y curé mis heridas y me encendí de amor…”, sigue la canción.

Fracasamos en ese intento, pues los tigres no engancharon, y la corriente me fue alejando del bote; por un instante me desorienté y me puse de cara a la corriente, con el consiguiente sorbo de agua no planificado; siguiendo el juego de la piscina tantas veces repetido, giré sobre mi eje y nuevamente puse la corriente a mi espalda para respirar con tranquilidad. En breve escuché la voz del joven en el kayak, “por acá… atrás”. Giré y pataleando un poco lo alcancé; pude sujetarme a la cuerda de popa y él me hizo acuerdo, “a patalear”; así lo hice. Intercambiamos unas pocas palabras, gracias por tu ayuda.

Ahora estamos junto al bote, lo primero que escucho es la voz de una persona que no estaba en mi equipo: “serás bienvenido”. En medio de la confusión, no me percaté que era el otro bote. Extendí el remo que lo tomó una persona del bote, para no perderlo y liberar mis manos. Ahora puedo aferrarme a la soga del contorno, y observo con cierta comicidad cómo una chica trata de jalarme hacia adentro. Le recuerdo, “por los hombros, del chaleco”. Con fuerza me logran subir. Rápidamente tomo una posición, que ahora no es al frente y también estoy cambiado de lado; ya me había acostumbrado al lado derecho, ahora estoy al izquierdo. No importa, debemos ser versátiles y adecuarnos a lo que nos exige la situación. “…No voy a desistir, aunque me digan que ya no hay nada más…”, escucho.

Por un instante supongo que me quedaré en este bote, pero se acercan ambos y me proponen una nueva operación: debo ponerme de pie y pasar a mi bote de origen. Lo hago alegre y sin inconveniente. Ahora otra persona está en la proa, tomo posición en la segunda fila, al lado izquierdo, y seguimos. Luego de estas emociones fuimos a la orilla, donde hay una pequeña playa, y jugamos. Hay un ganador; no. Todos salimos triunfantes.

En la tarde quien me dijo serás bienvenido, comenta que casi se sorprendió de percibir que otra persona y yo somos amigos; y compartiendo unas pocas ideas le digo que debe transmitirle una lección muy profunda; ojalá a todos. Le comento que sí, que me reencontré con mi amiga, y espero que sirva de ejemplo para deponer actitudes, superar resentimientos, retomar el curso normal y que prevalezca ante todo la amistad. Para ello, claro, hay que poner por delante los principios y los valores, así como para flotar al caernos en el rafting debemos colocar los pies delante y sujetar el remo. A veces tenemos que dar la espalda a la corriente para poder respirar. Actuar con transparencia y humildad, dejarse levantar al bote una y otra vez, y estar dispuestos a retomar posiciones. Puede que estemos en diferentes equipos en un momento u otro, pero debemos navegar en el mismo río, remar y tomar las olas con energía. El disco se terminó hace un rato.


Un día intenso y una víctima imprevista: he perdido mi peinilla. 
Omar Albán Cornejo