Hace 50 años transcurría
1967, un año relevante para la historia de la música …¡y de la humanidad! Que se
abrió paso entre el “verano del amor”, los hippies, la psicodelia, antecedió a los
movimientos de Mayo del 68 (no solo en Francia, sino varios otros países), apuntaló
la revolución sexual, y vio la temible irrupción de las drogas. Muchos aspectos
interconectados. Incluso es difícil imaginar el icónico Woodstock (1969), sin
entender lo que pasó en los años precedentes, y quienes izaron la bandera.
A decir de un documental
que transmitió la televisión local hace años –que para entonces lo pude grabar
casi completo en el VHS de la casa de mis padres–, habían transcurrido algunos
meses sin que los Beatles publicaran un nuevo disco y al menos en Inglaterra el
comentario había sido que estaban acabados, que su creatividad se había
“secado”. Pero cuando se lanzó Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band,
el mundo contempló absorto lo que para muchos ha sido uno de los mejores
álbumes musicales de la historia (la revista especializada Rolling Stone, por
ejemplo); para cuando yo vi ese documental, se hablaba de los 25 años del disco
y se lo había calificado como el mejor de los últimos 25 años (en aquella
época, insisto). Demás está decir, por ejemplo, que su portada es un ícono
gráfico identificado por individuos de todo el planeta (tal vez al mismo nivel
de la otra famosa portada, la de Abbey Road, que vendría unos años después);
y, entre otras cosas, despertaba la leyenda del Paul muerto y reemplazado.
A riesgo de ser criticado
por mis correligionarios, y sin quitar mérito al concepto absolutamente
innovador de Sgt. Pepper’s –en el que encontramos temas fabulosos: además de la
propia canción del título (Sgt. Pepper's), When I'm 64, She’s leaving home, Getting better, Whitin you
without you, Lucy in the Sky with Diamonds, y la extraordinaria A
day in the life–, para mí las mejores son las que dejaron fuera del álbum: Strawberry fields forever y Penny Lane (que posteriormente serían
incorporadas al álbum Magical Mystery
Tour, en el propio 1967).
Pero ¿cómo es que se encendieron las luces de ese año brillante? De nuevo posiblemente no coincido con la tendencia generalizada al sostener lo que sigue:
Yo considero que el
esplendor de los Beatles no se produjo en 1967, sino el año anterior, esto es,
entre 1965 y 1966, pues preparó con abundante abono ese campo fértil que
durante varios meses mostraría aún grandes frutos. Luego de un destacado álbum como
Help!
(de la mano con la película del mismo nombre), en el propio año 1965 se produjo
el lanzamiento del extraordinario Rubber Soul, que marca un quiebre
evidente en la trayectoria del grupo, a pesar de mantener su versatilidad característica
de componer y producir un set completo de canciones, de alta calidad y en poco
tiempo, para atender la demanda del público –según Wikipedia, se grabó en solo
cuatro semanas–. Ese disco fue seguido por otra joya, a veces incomprendida,
como es Revolver (1966).
Comparto el testimonio de George Harrison recogido en el documental Antología, en el sentido de que aquellos
álbumes podrían considerarse una primera y segunda parte de un mismo concepto
musical, es decir, que pudo haber sido un álbum doble antes del mítico Álbum Blanco. [edición reciente, revisado el documental, noté que no fue Ringo -como puse inicialmente-, sino George].
El entorno en el que se
realizaron estos álbumes nos ubica en una realidad global, es decir, ya no es
el grupo de éxito local en el Reino Unido o solo en Europa, y además incorpora
composiciones del agrado de públicos muy diversos (entre otras cosas, dejó de
ser el grupo predilecto solo de las adolescentes), trasluce el acercamiento del
grupo hacia filosofías orientales, de por medio estuvo el fallecimiento de su
Manager, Brian Epstein, la mayor participación de George Harrison en la autoría
de valiosos aportes, así como en la introducción de instrumentos adicionales, y
sobre todo una mayor madurez artística en todos los integrantes.
En cuanto a la
composición, en mi concepto se nota un cambio en la forma de colaboración de
los dos principales autores, Lennon y McCartney. Paulatinamente entrarían en
una competencia que, según el propio Paul, fue el mejor estímulo para que lleguen
a creaciones fabulosas; aunque, en sentido contrario, se empieza a notar cuando
un tema es creación mayoritaria de uno de ellos (sin embargo, los términos de
su sociedad obligaban a que las creaciones llevaran la firma Lennon &
McCartney –obviamente dejando de lado las creaciones propias de George y de Ringo-).
A decir de los entendidos, una de las características de aquellos dos discos, Rubber Soul y Revolver, además de la evidente incidencia de la psicodelia, es un
giro de fondo, pues si bien no pierden jamás el romanticismo, y el amor como eje
de su lírica, se evidencia una profundidad mayor en los contenidos, temas
introspectivos y de reflexión colectiva, añadido a un espíritu experimental que
caracteriza la segunda etapa de su discografía.
En ese contexto, los
discos en referencia profundizan grandes contrastes, pues incluyen baladas de
exquisita melodía, en el primero: Norwegian
Wood, Michelle, Girl, In my life, If I needed someone;
mientras que en el segundo tenemos: Here,
There and Everywhere, For No One,
y una pieza con prevalencia evidente de músicos de cámara como Eleanor Rigby (que marca otra diferencia
con la instrumentación típica del grupo, con la excepción anterior de Yesterday, que si bien incluía complementos
de violín, mostraba prácticamente solo a Paul y su guitarra). De otro lado,
tenemos piezas de fuerte impacto y sonido experimental, como She said she said, Taxman, Love you to (gran pieza indú de George), Got to get you into
my life, And your bird can sing (de
Revolver), Drive my car, Nowhere man, You won't see me, I’m looking through you y la enigmática The Word (de Rubber Soul).
Como queda en evidencia, aquellos
dos álbumes reúnen un peso musical incomparable (incluso por sobre los cortes
de Sgt. Pepper’s), con una colección de
grades piezas musicales, melódicas, románticas, pero también experimentales y
de un nuevo rock que abriría paso a uno más heavy,
que el propio grupo inauguraría durante 1967, cuando se incubaron piezas de
mayor fuerza que luego formarían parte del Album
Blanco (1968), así como otras quedarían para Abbey Road y Let it be
(se sabe que varios temas de esos tres álbumes fueron creados desde 1966 en
adelante, pero no se grabaron de inmediato).
De manera que, si bien el
público venía acostumbrado a un ritmo vertiginoso del lanzamiento de un álbum
tras otro (siempre en la cima), además de películas y los primeros videos musicales de la historia, así
como grandes conciertos (véase en particular el del Shea Stadium), de pronto experimentó la decisión de cesar las giras
musicales y conciertos, la concentración del grupo en el trabajo de estudio y para el público un compás de espera de varios meses hasta que salió a luz ese majestuoso disco Sgt. Pepper’s.
Se encendió, pues, la luz
que marcaría el camino para otros grupos que luego se animarían a proponer diversos
conceptos, a un público que había probado un primer bocado (no cualquier
bocado, claro), y estaba hambriento por tener nuevos sabores y texturas, pero
ya con una mentalidad más abierta, que solamente aquella época de amor,
psicodelia, hippies y luces, vio surgir.
Omar Albán Cornejo