viernes, 8 de diciembre de 2017

1967, EL AÑO DE LAS LUCES EN LA MUSICA

Hace 50 años transcurría 1967, un año relevante para la historia de la música …¡y de la humanidad! Que se abrió paso entre el “verano del amor”, los hippies, la psicodelia, antecedió a los movimientos de Mayo del 68 (no solo en Francia, sino varios otros países), apuntaló la revolución sexual, y vio la temible irrupción de las drogas. Muchos aspectos interconectados. Incluso es difícil imaginar el icónico Woodstock (1969), sin entender lo que pasó en los años precedentes, y quienes izaron la bandera.

A decir de un documental que transmitió la televisión local hace años –que para entonces lo pude grabar casi completo en el VHS de la casa de mis padres–, habían transcurrido algunos meses sin que los Beatles publicaran un nuevo disco y al menos en Inglaterra el comentario había sido que estaban acabados, que su creatividad se había “secado”. Pero cuando se lanzó Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band, el mundo contempló absorto lo que para muchos ha sido uno de los mejores álbumes musicales de la historia (la revista especializada Rolling Stone, por ejemplo); para cuando yo vi ese documental, se hablaba de los 25 años del disco y se lo había calificado como el mejor de los últimos 25 años (en aquella época, insisto). Demás está decir, por ejemplo, que su portada es un ícono gráfico identificado por individuos de todo el planeta (tal vez al mismo nivel de la otra famosa portada, la de Abbey Road, que vendría unos años después); y, entre otras cosas, despertaba la leyenda del Paul muerto y reemplazado.

A riesgo de ser criticado por mis correligionarios, y sin quitar mérito al concepto absolutamente innovador de Sgt. Pepper’s –en el que encontramos temas fabulosos: además de la propia canción del título (Sgt. Pepper's), When I'm 64She’s leaving home, Getting better, Whitin you without you, Lucy in the Sky with Diamonds, y la extraordinaria A day in the life–, para mí las mejores son las que dejaron fuera del álbum: Strawberry fields forever y Penny Lane (que posteriormente serían incorporadas al álbum Magical Mystery Tour, en el propio 1967).

Pero ¿cómo es que se encendieron las luces de ese año brillante? De nuevo posiblemente no coincido con la tendencia generalizada al sostener lo que sigue:

Yo considero que el esplendor de los Beatles no se produjo en 1967, sino el año anterior, esto es, entre 1965 y 1966, pues preparó con abundante abono ese campo fértil que durante varios meses mostraría aún grandes frutos. Luego de un destacado álbum como Help! (de la mano con la película del mismo nombre), en el propio año 1965 se produjo el lanzamiento del extraordinario Rubber Soul, que marca un quiebre evidente en la trayectoria del grupo, a pesar de mantener su versatilidad característica de componer y producir un set completo de canciones, de alta calidad y en poco tiempo, para atender la demanda del público según Wikipedia, se grabó en solo cuatro semanas–. Ese disco fue seguido por otra joya, a veces incomprendida, como es Revolver (1966).

Comparto el testimonio de George Harrison recogido en el documental Antología, en el sentido de que aquellos álbumes podrían considerarse una primera y segunda parte de un mismo concepto musical, es decir, que pudo haber sido un álbum doble antes del mítico Álbum Blanco[edición reciente, revisado el documental, noté que no fue Ringo -como puse inicialmente-, sino George].

El entorno en el que se realizaron estos álbumes nos ubica en una realidad global, es decir, ya no es el grupo de éxito local en el Reino Unido o solo en Europa, y además incorpora composiciones del agrado de públicos muy diversos (entre otras cosas, dejó de ser el grupo predilecto solo de las adolescentes), trasluce el acercamiento del grupo hacia filosofías orientales, de por medio estuvo el fallecimiento de su Manager, Brian Epstein, la mayor participación de George Harrison en la autoría de valiosos aportes, así como en la introducción de instrumentos adicionales, y sobre todo una mayor madurez artística en todos los integrantes.

En cuanto a la composición, en mi concepto se nota un cambio en la forma de colaboración de los dos principales autores, Lennon y McCartney. Paulatinamente entrarían en una competencia que, según el propio Paul, fue el mejor estímulo para que lleguen a creaciones fabulosas; aunque, en sentido contrario, se empieza a notar cuando un tema es creación mayoritaria de uno de ellos (sin embargo, los términos de su sociedad obligaban a que las creaciones llevaran la firma Lennon & McCartney –obviamente dejando de lado las creaciones propias de George y de Ringo-). A decir de los entendidos, una de las características de aquellos dos discos, Rubber Soul y Revolver, además de la evidente incidencia de la psicodelia, es un giro de fondo, pues si bien no pierden jamás el romanticismo, y el amor como eje de su lírica, se evidencia una profundidad mayor en los contenidos, temas introspectivos y de reflexión colectiva, añadido a un espíritu experimental que caracteriza la segunda etapa de su discografía.

En ese contexto, los discos en referencia profundizan grandes contrastes, pues incluyen baladas de exquisita melodía, en el primero: Norwegian Wood, Michelle, Girl, In my life, If I needed someone; mientras que en el segundo tenemos: Here, There and Everywhere, For No One, y una pieza con prevalencia evidente de músicos de cámara como Eleanor Rigby (que marca otra diferencia con la instrumentación típica del grupo, con la excepción anterior de Yesterday, que si bien incluía complementos de violín, mostraba prácticamente solo a Paul y su guitarra). De otro lado, tenemos piezas de fuerte impacto y sonido experimental, como She said she said, Taxman, Love you to (gran pieza indú de George), Got to get you into my life, And your bird can sing (de Revolver), Drive my car, Nowhere man, You won't see me, I’m looking through you y la enigmática The Word (de Rubber Soul).

Como queda en evidencia, aquellos dos álbumes reúnen un peso musical incomparable (incluso por sobre los cortes de Sgt. Pepper’s), con una colección de grades piezas musicales, melódicas, románticas, pero también experimentales y de un nuevo rock que abriría paso a uno más heavy, que el propio grupo inauguraría durante 1967, cuando se incubaron piezas de mayor fuerza que luego formarían parte del Album Blanco (1968), así como otras quedarían para Abbey Road y Let it be (se sabe que varios temas de esos tres álbumes fueron creados desde 1966 en adelante, pero no se grabaron de inmediato).

De manera que, si bien el público venía acostumbrado a un ritmo vertiginoso del lanzamiento de un álbum tras otro (siempre en la cima), además de películas y los primeros videos musicales de la historia, así como grandes conciertos (véase en particular el del Shea Stadium), de pronto experimentó la decisión de cesar las giras musicales y conciertos, la concentración del grupo en el trabajo de estudio y para el público un compás de espera de varios meses hasta que salió a luz ese majestuoso disco Sgt. Pepper’s.

Se encendió, pues, la luz que marcaría el camino para otros grupos que luego se animarían a proponer diversos conceptos, a un público que había probado un primer bocado (no cualquier bocado, claro), y estaba hambriento por tener nuevos sabores y texturas, pero ya con una mentalidad más abierta, que solamente aquella época de amor, psicodelia, hippies y luces, vio surgir.

Omar Albán Cornejo

viernes, 11 de agosto de 2017

FOTOGRAFIA Y CONCLUSIONES

Esa gran obra de José Saramago empieza por la descripción de un cuadro o un grabado. Una obra de arte, sin duda. Él describe con detalle las personas que presencian, con sus diferentes posturas, actitudes y posibles pensamientos, al hombre elevado en la cruz y el escenario donde están. Desde luego hay una carga importante de subjetividad y especulación que conducen al autor –sin arruinar la historia a quienes no la han leído–, a concluir que una de ellas era María Magdalena. No obstante, lo que deseo resaltar es que el novelista profundiza en un análisis situacional y llega hasta la psiquis de los individuos.

Lo que ha ocurrido en los últimos diez años ha terminado por desprestigiar hasta el tuétano al socialismo. Afortunadamente hay voces calificadas que han desmentido esta pretendida ideología del siglo XXI, catalogándola más bien como un mero populismo. Yo he bromeado con amigos, citando a Charly García: “si ellos son la patria, yo soy extranjero!” (como dice la canción Botas Locas de Sui Generis - https://www.youtube.com/watch?v=C3SFDiYv9IE). Quizá no es broma.

Lo he pensado varias veces: que nosotros hayamos elegido un gobernante en particular, no fue culpa de Fidel. ¡Por Dios! Lastimosamente siempre tendemos a encontrar en otros las culpas y estigmatizar aquello que aborrecemos.

A diferencia de este relato, en el Evangelio según Jesucristo Saramago tiene delante una escena probablemente ficticia, quizá imaginada por un artista que vivió mucho después de los acontecimientos representados en su pintura. Yo me refiero, en cambio, a una fotografía que ha circulado alegremente en las redes, con un breve texto al pie que invita a pensar en esa imagen cuando un “comunista” te hable de derechos humanos. Además, antepone el calificativo “miserable” a la palabra comunista y utiliza ésta como un insulto. Esas son cosas de nuestra idiosincrasia, pues ahora no solo que sería malo sino peligroso que a alguien se le ocurriese defender los derechos humanos, pues bien podrían aplicarle ambos vocablos y el estigma consiguiente; y es bien sabido que en otras épocas ha sido igualmente peligroso, bajo la mirada aterradora de un poder abusivo e intolerante. Del pasado reciente, para no ir muy lejos, a un amigo de la Universidad –apreciado por mí–, el entonces Jefe de Estado no tuvo ningún empacho en dedicarle unos minutos de su alocución del fin de semana.

Debo advertir que en este espacio no justifico ningún crimen. Lo dejo enérgicamente sentado; y tampoco haré apología de trafasías de un bando o de otro. Se trata, exclusivamente, de un ejercicio de interpretar correctamente lo que vemos.

En la fotografía de marras, probablemente real –por eso decía, a diferencia del cuadro que inspiró a Saramago–, se observan cuatro personas; todos varones. Varios árboles y matorrales alrededor, es todo el escenario que se nos presenta. El editor de la fotografía –desconocido al momento–, ha incorporado flechas y nombres para identificar a los supuestos personajes. Me permito la referencia a “supuestos”, pues de al menos dos de ellos hay lugar para la duda. Todos los hombres visten pantalón y camisa, al parecer de tela gruesa; sí, probablemente trajes de campaña que coincidirían con los usados en el proceso revolucionario de Cuba antes de 1960.

Casualmente la vestimenta del primero y del tercero –contados desde la izquierda–, parecen de un color menos intenso que de los otros dos, o quizá recibieron un impacto diferente de luz en la fotografía que se nos presenta en blanco y negro. Tres de ellos llevan una gorra similar en sus cabezas, no así el primero, que aparece prácticamente de espaldas a la cámara. El tercer hombre tiene los brazos atrás, aparentemente atado al tronco de un árbol, que el cuarto manipula; y lleva algo que podría ser un pañuelo en su rostro, justo debajo de la gorra y hasta la barbilla, que el segundo de los individuos observa con atención y parece manipular (se observa lo que parece movimiento de su brazo derecho).

Ahora bien, deliberadamente he dejado hasta este punto tres aspectos cruciales: 1. El título de la imagen dice: “fotografía de un cobarde asesinato de un pobre campesino cubano”; todo escrito en mayúsculas. 2. Los nombres que se ha colocado con flechas a tres de los individuos, de izquierda a derecha, son:  primero Che Guevara, segundo Raúl Castro y cuatro Fidel Castro. 3. Además de señalarlo como Che Guevara, se predica del primer hombre que se alista para asesinar.

El tema, entonces, es que al parecer el editor de la fotografía ha pretendido calificar de “miserables comunistas” a los individuos en referencia, pero al colocar las palabras de manera inadecuada, en realidad el texto califica así a quienes defiendan los derechos humanos; lo cual es absolutamente injusto, desde luego. Y señala como asesinos a los aludidos personajes trascendentales de la revolución cubana (no se trata de discutir aquí si en algún momento ellos cometieron o no un asesinato). Esa relevancia no tiene que ver con la posición política o ideológica de quien escribe o quien lee esto, sino de la intervención de ellos en un capítulo histórico objetivamente relevante en la segunda mitad del siglo XX.

Luego, da por hecho y lo resalta con el título en mayúsculas, que la imagen muestra un cobarde asesinato. Pero no es cualquier asesinato, sino que el editor de la fotografía lo hace aparecer condenable, porque supuestamente se trataría de un “pobre campesino cubano”. Pues bien, tal y como quedó indicado, el tercer individuo no tiene la apariencia de “un pobre campesino”, ya que su vestimenta es del mismo tipo de la que tienen los otros hombres, esto es, algo parecido a un uniforme de campaña, y se confirma cuando vemos la gorra que lleva puesta, que claramente no es la que tendría un trabajador del campo de esa época.

En cuanto al primer individuo desde la izquierda, se nota que tiene barba (igual que el cuarto, que efectivamente parece Fidel). Aquí debemos reparar en que muchos de quienes intervinieron en la revolución cubana se dejaban la barba (los barbudos); aquello se debe básicamente a las condiciones en las que debían subsistir. Esto es importante porque al verlo de espaldas, difícilmente podría asegurarse que se trata del Che, ya que la barba no sería suficiente evidencia, pues bien podría ser cualquier otro combatiente. No hay insignias u otros indicativos que puedan guiarnos sobre la identidad del sujeto.

Luego, controvierto la imagen porque en lo medular se orienta a señalar que mientras Fidel le ata las manos y Raúl le venda los ojos, el Che se prepara para asesinarlo –de un disparo, debemos suponer–. Pero un observador medianamente diligente, notará que no hay arma alguna, como tampoco posición de disparo o distancia de fusilamiento. Como ya quedó mencionado, tampoco hay elementos para pensar que la “víctima” sería un pobre campesino.

Más allá del conocimiento básico de la historia, un lector medianamente informado debe saber que los combatientes cubanos se enfrentaron a una sangrienta dictadura, que no guardó ningún tipo de clemencia para los revolucionarios apresados y, peor aún, muchas veces torturados, cuando no ajusticiados, desde el primer episodio del Cuartel Moncada, hasta los combates más violentos. En contraste, los rebeldes se empeñaron por combatir con humanismo y respetar a sus contendores; al menos así lo han expuesto los que resultaron triunfadores. En todo caso, aún cuando no creamos esa versión, hemos de recordar que la revolución cubana supuso una guerra y en ella son inevitables los episodios cruentos, como podríamos predicar de todos los ejércitos involucrados en la Segunda Guerra Mundial, y lo acabo de leer respecto de documentos que revelarían órdenes de Bolívar de terminar con dos mil españoles (https://eldiariodelamarina.com/un-asesino-llamado-simon-bolivar/). No lo afirmo, por favor, lo cito para revisión del lector.

Voy a ser un poco osado y me tomo una licencia poética para proponerles como hipótesis que en realidad esa imagen muestra el momento en que Fidel Castro y otros de sus compañeros rescataban a un combatiente preso por el ejército de Batista; Fidel desata la cuerda de las manos, mientras Raúl retira la venda que cubre sus ojos; un tercer combatiente lo observa apenas a un paso de distancia para ayudarlo en ese momento del rescate.

Todo esto me conduce a pensar en la justicia y la injusticia. Resulta particularmente delicado cómo un juzgador debe ser cuidadoso al percibir la evidencia que tiene delante y los elementos que pueden contextualizar la situación, más allá de membretes o estigmas.

Quiero, también, llamarles a reflexionar que repetimos acerca de no creer todo lo que se publica en Internet o circula por WhatsApp, así como seguro recomendamos a nuestros hijos ser cuidadosos al respecto; pero, de repente, se nos presenta una imagen como aquella que describo y no cuestionamos que realmente sea el momento preciso en que un pobre campesino era asesinado ni más ni menos que por manos del Che Guevara. Pues bien, en las líneas anteriores les dejo algunos elementos para dudarlo.

Por último, tampoco se debe juzgar todo lo que supone un individuo por lo que creemos percibir en una imagen. No necesitamos ser Saramago para hacernos toda una novela, ¿cierto? Haciendo una analogía, entonces, diremos al editor de la fotografía –o a todo aquél que sigue haciéndola circular–, que cuando predique de lo maravillosa que es su madre, le mostraremos la fotografía del instante en que lo castigó.

Omar Albán Cornejo

domingo, 25 de junio de 2017

RAFTING

Tarde de domingo. Me siento en la sala de mi casa con un acetato de Charly García en el equipo; de aquellas joyas que rescaté y que nos permiten saborear el “siseo” de los discos de antaño. A los tiempos que subiré algo a mi blog.

Empiezo a escribir con un poco de ideas sueltas cogiéndolas por la cuerda, como los globos de helio de los niños; seguro deben ir conectándose en breve, pero no quiero que se me vuelen. “…Estás buscando un símbolo de paz…”, dice Charly.

El río fluía y lo observaba poco; quería poner suficiente atención en las indicaciones de Otto. “Quiénes han hecho esto antes?”; solo uno levantó la mano. Allí confluyen dos ríos y nos dirigiremos en esa dirección de allá, señala. “…Es parte de la religión…”, suena al fondo. Si alguien cae, deben sujetar el remo así, y poner los pies para adelante, no traten de pisar… esta parte del chaleco los protegerá en la nuca para permitir que el aire llegue bien a la cara… para sacar a alguien del agua, lo cogen del chaleco de esta forma… nunca suelten el tigre.

No soy asiduo de los deportes extremos, pero me atrae el reto. “…Ten piedad, no seas así…”, escucho. Otras veces he demostrado que, en comparación con mi volumen, mi fuerza es mayor. La experiencia de ayer me da la razón, los eventos de mi vida confluyeron extrañamente, sacando lo mejor en momentos difíciles. ¿Cómo una misma cosa puede significar una experiencia de sufrimiento y de crecimiento a la vez? …y de espiritualidad. Nadie sabe lo que yo pensaba al abrir los ojos después de esa dinámica; pero eso fue antes. Siempre subsiste la contradicción de aceptarte como eres y querer ser diferente; mente sana en cuerpo sano; uno de los componentes del éxito reposa en la salud. Podemos tener un desbalance que nos afecta, sin duda.

Estábamos en los botes; son dos equipos, pero nos dirigimos en la misma dirección; nos golpearán diferentes olas. Asumí el reto de estar al frente; debemos coordinar los dos de adelante para remar al mismo tiempo, y los de atrás seguirán nuestro ritmo. No importa quiénes, circunstancialmente, están en nuestro equipo; como tripulante debo responder a la altura de los eventos, no es por quedar bien con nadie, es un compromiso conmigo mismo (repentinamente recuerdo una frase “…nadie va a hacer tu trabajo”; es claro que no me conocía bien). Al frente hay más emoción, me alegro de estar en la proa; cogemos las olas y marcamos el ritmo; es difícil mantener el “uno, dos”, así que empecé a llevar la voz solo con el “dos… dos… dos”, “al mismo tiempo”, atento a las indicaciones de nuestro guía. Esta práctica puede enseñarnos más que la teoría.

Íbamos bien, no era necesario remar todo el tiempo; los más nerviosos se cargaron de adrenalina y todos impulsamos con mucha emoción (recuerdas, emoción es energía más movimiento). De hecho no queríamos que acabe. Viene otro rápido y el grito fue “adelante, con fuerza”; mi concentración era remar y coordinar con mi compañero del lado izquierdo. El bote se elevó al chocar con una ola; mi compañero perdió su posición y fue lanzado en el aire, hacia su derecha… justo contra mí. Ahora el bote se inclinó hacia la derecha y mi espalda se entorna hacia el agua; mi pie se soltó del puesto. “…Es el rap de las hormigas…”, y los tambores ponen un ritmo frenético.

Todo en cuestión de un instante …y me dejé caer; no puedo poner resistencia porque el cuerpo de mi compañero me empujó por el borde; sería peor si nos quedamos enganchados o solo los pies se quedan dentro del bote. Me aseguro de sostener el remo y siento el agua; ¡está deliciosa el agua! Casi pudiera invitar que todos vengan.

Miro a mi alrededor y veo una zapatilla flotando; instintivamente muevo los pies y confirmo que tengo las mías puestas (que afortunadamente tienen sujeción en los tobillos). Es obvio que debe ser de la otra persona y rápidamente la agarro con mi mano. Él no estaba lejos del bote y noté que empezaron a sacarlo. Lancé su zapatilla y alguien del bote la cogió; por un instante me sentí orgulloso (si la lanzaba lejos, sería peor y ya no la podríamos coger). Ahora si me concentraré en la posición; pies adelante y el remo encima. No me di cuenta que una tercera persona también cayó; luego me lo contaron. “…No voy en tren, voy en avión… no necesito a nadie, a nadie, alrededor”, dice la canción.

Estoy tranquilo, al fin y al cabo sé nadar –tal vez están más asustados los de a bordo–; sin caída la emoción no sería completa. “…Rezo, rezo…”, canta Charly, "...me abracé al dolor…”.

Intento con el remo antes de alejarme del bote –como nos indicaron–, el tigre hacia adelante y mi compañera también extiende el remo para engancharlo a su vez con el tigre del suyo; “…y curé mis heridas y me encendí de amor…”, sigue la canción.

Fracasamos en ese intento, pues los tigres no engancharon, y la corriente me fue alejando del bote; por un instante me desorienté y me puse de cara a la corriente, con el consiguiente sorbo de agua no planificado; siguiendo el juego de la piscina tantas veces repetido, giré sobre mi eje y nuevamente puse la corriente a mi espalda para respirar con tranquilidad. En breve escuché la voz del joven en el kayak, “por acá… atrás”. Giré y pataleando un poco lo alcancé; pude sujetarme a la cuerda de popa y él me hizo acuerdo, “a patalear”; así lo hice. Intercambiamos unas pocas palabras, gracias por tu ayuda.

Ahora estamos junto al bote, lo primero que escucho es la voz de una persona que no estaba en mi equipo: “serás bienvenido”. En medio de la confusión, no me percaté que era el otro bote. Extendí el remo que lo tomó una persona del bote, para no perderlo y liberar mis manos. Ahora puedo aferrarme a la soga del contorno, y observo con cierta comicidad cómo una chica trata de jalarme hacia adentro. Le recuerdo, “por los hombros, del chaleco”. Con fuerza me logran subir. Rápidamente tomo una posición, que ahora no es al frente y también estoy cambiado de lado; ya me había acostumbrado al lado derecho, ahora estoy al izquierdo. No importa, debemos ser versátiles y adecuarnos a lo que nos exige la situación. “…No voy a desistir, aunque me digan que ya no hay nada más…”, escucho.

Por un instante supongo que me quedaré en este bote, pero se acercan ambos y me proponen una nueva operación: debo ponerme de pie y pasar a mi bote de origen. Lo hago alegre y sin inconveniente. Ahora otra persona está en la proa, tomo posición en la segunda fila, al lado izquierdo, y seguimos. Luego de estas emociones fuimos a la orilla, donde hay una pequeña playa, y jugamos. Hay un ganador; no. Todos salimos triunfantes.

En la tarde quien me dijo serás bienvenido, comenta que casi se sorprendió de percibir que otra persona y yo somos amigos; y compartiendo unas pocas ideas le digo que debe transmitirle una lección muy profunda; ojalá a todos. Le comento que sí, que me reencontré con mi amiga, y espero que sirva de ejemplo para deponer actitudes, superar resentimientos, retomar el curso normal y que prevalezca ante todo la amistad. Para ello, claro, hay que poner por delante los principios y los valores, así como para flotar al caernos en el rafting debemos colocar los pies delante y sujetar el remo. A veces tenemos que dar la espalda a la corriente para poder respirar. Actuar con transparencia y humildad, dejarse levantar al bote una y otra vez, y estar dispuestos a retomar posiciones. Puede que estemos en diferentes equipos en un momento u otro, pero debemos navegar en el mismo río, remar y tomar las olas con energía. El disco se terminó hace un rato.


Un día intenso y una víctima imprevista: he perdido mi peinilla. 
Omar Albán Cornejo